Las mujeres neozelandesas -kiwis, como se autodenominan todos los nativos de ese país- les dan de comer a sus hijos chicos cerca de las cinco y media de la tarde. Los niños kiwis protestan, como los de todos los países, ante las verduras, pero las madres de ese país lejano tienen más minutos de paciencia que nosotras, así que no los dejan bajarse de la mesa hasta que el plato esté casi terminado. Los niños kiwis dicen mas seguido “thank you” y “please” que los nuestros “por favor” y “gracias”, pero claro, las madres no les dejan pasar ni un solo pedido sin decir las palabras mágicas.
Las mujeres neocelandezas después los bañan, les ponen el piyama y generalmente en ese momento aparece el padre. Los chicos se excitan, corren un rato por la casa, se ríen mientras papá kiwi los tira por el aire y les hace todas esas cosas medio brutas que hacen todos los padres de casi todo el mundo, y que a las mujeres a veces nos dan un poquito de miedo.
La mujer reta al marido: ¿no ves que los estás alborotando? Papá y mamá kiwi se los llevan al sillón del living y les leen, religiosamente, cuentos de Dr. Seuss como “The cat in the hat” o “Green Eggs and Ham”. A más tardar a las ocho, religiosamente, los acuestan. Aplican “Duérmete Niño” a rajatabla, porque a partir de las ocho mamá y papá kiwi se llenan una copita de sav -el sauvignon blanc es el vino más famoso de este país de viñedos- y comen. No mucho más tarde de esa hora: en kiwilandia la hora pico de los restaurantes es entre las 7 y las 8. No cambia en verano: en los que son abiertos el sol todavía pica fuerte pero el restaurante ya está busy con su menu de dinner. Si caés a las 10 entre semana, es muy posible que haya cerrado la cocina. Viernes y sábados tenés suerte: puede que encuentres algo hasta las 11.
Un poco de tele -que recién la prenden al acostar a los chicos- y a la camucha entre 10 y 11. Aunque los kiwi-birds (así se llama el pájaro típico de Nueva Zelanda) son un pájaro nocturno, la kiwi people vive de día. ¡Imagínense que sus casamientos son de día!
El día empieza temprano. Ni mama ni papá ni los pequeños kiwis remolonean: se levantan de una a por su desayuno, que siempre tiene cereales y huevos. A veces también panceta y sausages (salchichas). En algún momento entre los 2 y 4 años los chicos empiezan a ir al kindy (kindergarden). Antes del año imposible: las neocelandezas tienen derecho a un año pago de licencia laboral. Y muchas después deciden tomarse otro, aunque sea sin goce de sueldo. Una costumbre típica de allá, cuando tienen entre 2 y 4, mandarlos solo 2 o 3 veces por semana. El resto del tiempo, si mamá kiwi trabaja, están con la nanny no-kiwi. Que la nanny es nanny, no maid -para limpiar la casa contratan a otra un par de veces por semana, que lo más probable es que sea asiática, india o maori.
La nanny generalmente tiene entre 18 y 25 años, estudia, y cuida chicos un par de horas por día para bancarse -no nos olvidemos que allá es de loser vivir con los padres después de los 18. Muchas nannys también son jóvenes europeas, sobre todo alemanas, y de a poco se ven cada vez más latinas, sobre todo chilenas y argentinas. A las mamás kiwis les encanta tener extranjeras para que sus hijos aprendan distintos idiomas. Llevarlos al parque, al museo, al zoológico o a jugar con otros chicos son los deberes de una nanny. Muchas mamás kiwis fueron nannys a los 18 -generalmente en algún país europeo por un par de meses como parte de un intercambio- y allá no está nada mal visto. Las nannys de allá se parecen mucho a la extranjera (creo que sueca) que cuidaba a los hijos de Charlotte en la película “Sex & The City 2”. Una mamá uruguaya contrataría a una señora entrada en años, pero las kiwis no son mujeres celosas, o por lo menos lo disimulan bien, como buenas descendientes de ingleses.