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El Hobbit II y la desolación de Cari

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Si Sheldon fuera mujer, y si en vez de tener ese IQ que le permite ser el líder de la serie “Big Bang Theory” apenas promediara la media —o sea, si solo te quedás con su cabeza infantilmente fantasiosa y sus comentarios descolocados— tendría en mi su alter ego.

Tal vez como mujer resulte raro que una no le encuentre el encanto a las películas humorísticamente románticas de Cameron Díaz o Renée Zellwegger chocandose contra algún poste cada vez que se cruzan con el tipo que les gusta. A ver: eso me pasa a mi casi todos los días y nadie me ofreció protagonizar una película.

Quizás sea porque algunos al cine vamos a buscar toda la magia que no encontramos en nuestras vidas reales. En las películas de superhéroes, cuando los galanes te invitan a dar una vuelta, te llevan volando a recorrer el mundo. En la vida real, cuando el galán te invita a dar una vuelta, lo que quieren es llevarte a su apartamento. Dos ejemplos de este año para inspirarse: el rubio buenmozo de “Thor” (Chris Hemsworth), que abandona su fantástico mundo para tener una vida terrenal junto a Natalie Portman, y el Superman de “El Hombre de Hierro”, interpretado por Henry Cavill, con guión y producción de Christopher Nolan (el mismo de la última trilogía sobre Batman).

Este mes llegó a la cartelera un must see para nosotros los nerds: “El Hobbit: La Desolación de Smaug”. Es la segunda de las tres películas que Peter Jackson está haciendo sobre el “El Hobbit”. Para entenderla alcanza con saber que es una novela fantástica escrita por Tolkien durante la década del 20 que transcurre en un mundo donde los hombres conviven con magos (Galdalf es el más importante de todos), elfos —unos seres hermosos e inmortales—, enanos, hobbits —ser parecido a un hombre pero más bajo, de pies peludos y orejas muy grandes, como el protagonista Bilbo Bolsón— y orcos, unos bichos feos y poco inteligentes pero tan sanguinarios que hacen temblar a todos los demás.

Tuve la suerte de estar viviendo en Nueva Zelanda el año pasado, donde se filmó esta trilogía y la de “El Señor de los Anillos”. El estreno de la primera película sobre El Hobbit fue en diciembre (2012), y las calles de todas las ciudades y pueblos se tapizaron de afiches evocativos. Conocí a dos argentinos que trabajan en Weta Digital, una compañía de Jackson que se encarga de la animación digital y after effects de estos filmes que los nerds de acá devoramos como pan caliente. Uniformados ambos con remeras de algodón de superhéroes y mezclando su nerditud con aires “langas” porteños que mal no les quedan, aclararon que en principio la idea era que la historia de El Hobbit se dividiera solo en dos filmes, pero que Jackson se fascinó tanto con la calidad de las horas de material filmado que decidió dividirlo en tres.

El Hobbit II, que ya recaudó cinco millones de euros en España a solo una semana de estrenada, ofrece 2 horas y 40 minutos en los que uno puede olvidarse de las facturas impagas de UTE y Gastos Comunes que esperan el aguinaldo para saldarse, por haber priorizado los regalos navideños, las compras del black friday y la seguidilla de despedidas con personas que uno probablemente no vuelva a ver hasta diciembre de 2014. Y además, nos permite imaginarnos a un elfo buenmocísimo como Orlando Bloom que nos conquiste para siempre, mientras que en el mundo real los chicos que se te acercan parecen hobbits, se creen lindos como elfos, usan los hechizos de los magos para engancharte, y después se comportan como unos orcos.

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