En una discoteca de Courtenay Place —la calle principal de Wellington, la capital de Nueva Zelanda— este mes sonó el tema “Home Sweet Home”, del grupo argentino Los Pericos. Esta canción probablemente les haya llegado de una manera particular a muchos de los sudamericanos —sobre todo argentinos pero también unos cuantos uruguayos— que están viviendo en el país y se dieron cita el sábado 8 en su ventosa capital con la excusa de ir a ver el histórico partido entre los locales All Blacks y los Pumas argentinos. La selección kiwi ganó (21 a 5), tal como era previsible a pesar de que los argentinos se las arreglaron para estar muy cerca (6 a 5 durante todo el primer tiempo). Pero no era un partido más, pues era la primera vez en que los Pumas compiten en el Rugby Championship —el campeonato anual más importante del hemisferio sur, que tiene su final prevista para el sábado 6 de octubre. Esta competencia existe desde 1996 pero hasta 2011 se llamaba Torneo de las Tres Naciones porque sólo competían la selección de Nueva Zelanda (All Blacks), la de Australia (Wallabies) y la de Sudáfrica (Springboks).
Argentina es el primer país de Latinoamérica en integrarse al campeonato, por lo que este partido estuvo en la mira de la mayoría de los latinos que viven en este país famoso no solo por su rugby sino también por su actividad agropecuaria, sus plantaciones de kiwis y por ser donde se rodó la película “El señor de los anillos”, entre otras.
El sábado 8 en las calles de Wellington se habló, cantó y gritó en español. En los hoteles y hostels se tomó mate. Y en los boliches sonó la típica música que estamos acostumbrados a escuchar en los casamientos y cumpleaños de 15 uruguayos: Rodrigo, Auténticos Decadentes, Fito Páez e incluso Gilda. “Home, sweet home”: para los uruguayos y argentinos que viven en Nueva Zelanda, fue como estar en casa por un día.
En el extremo sur de la Isla Norte está Wellington, conocida también como "Windy Welly" por lo ventosa, y "Wellywood" por la importancia del cine en la ciudad.
Un horizonte no tan lejano. Nueva Zelanda no es de esos destinos que figuran en el top five de los turistas uruguayos, como Estados Unidos, Europa y Caribe. Desde Uruguay no hay vuelos directos, y hay 15 hora de diferencia. Sin embargo el nombre de este país compuesto por dos islas —la norte y la sur— al este de Australia suena cada vez más familiar, y varios presidentes recientes lo han destacado como el modelo por su profesionalización de la ganadería y agricultura. Entre las similitudes, los dos países comparten aproximadamente las mismas latitudes del globo, tienen más o menos la misma cantidad de habitantes (en Nueva Zelanda viven poco más de cuatro millones de personas), y se caracterizan por concentrar gran cantidad de población en una ciudad: aunque no es su capital, Auckland tiene aproximadamente 1,5 millón de habitantes.
A diferencia de la emigración europea que se registra por la crisis, en Australia y Nueva Zelanda la tasa de inmigración está en aumento. Hasta hace pocos años, para los neocelandeses la mayoría de los inmigrantes eran solo asiáticos, indios o árabes, pero de a poco los latinos han empezado a tener su lugar en este país donde el Producto Interno Bruto (PIB) per capita es de unos 28.000 dólares americanos al año (la moneda local es el dólar neozelandés), según estimaciones de 2011, casi el doble que Uruguay.
Nueva Zelanda figura en el mapa de los viajes de fin de carrera de los estudiantes de Arquitectura y Economía, y quienes visitan esta tierra luego de recorrer los puntos clásicos —Estados Unidos y Europa— y lo exótico —Asia o África— descubren el encanto de estas dos islas recorridas a lo largo por los Alpes neocelandeses, con montañas como el Monte Cook (3.754 metros). Así, Nueva Zelanda permite esquiar en invierno e ir a las playas de agua transparente ubicadas más al norte, pero además tiene fiordos, varios glaciares, centenares de volcanes —algunos activos como el Tongariro—, géiseres de los que emanan chorros de agua caliente, ciudades como Rotorua donde la cultura maori parece detenida en el tiempo y otras con rascacielos, como Auckland que con su icónica torre Sky Tower señala que pese a su modestia, este país forma parte del primer mundo.
![]() Casi al fin de la Isla Sur está el Parque Nacional Fiordland, con fiordos que desembocan en el mar de Tasmania. En los más turísticos, Milford y Doubtful Sound, diversas compañías ofrecen la posiblidad de tomarse un barco para recorrerlos.
Viajar trabajando. Otra de las razones por las cuales la isla está en boca de los uruguayos en la última década es que desde 2003 el gobierno neocelandés otorga cada año 200 visas “Working Holiday” a personas de entre 18 y 35 años, que los habilitan a trabajar libremente por 12 meses en el país. En los primeros años de esta experiencia, el cupo de 200 personas demoraba meses en llenarse, mientras que el año pasado se agotaron a las cuatro horas de su apertura. Los interesados pueden registrarse en la página del gobierno neozelandés (www.immigration.govt.nz) el día que se abren los cupos, comprar sus propios pasajes, contratar el seguro médico y realizar trámites de forma particular, o buscar una agencia que les venda el paquete completo. En Uruguay, la inscripción se abre a fin de mes.
La agente de viajes uruguaya Lucía Herrera trabaja con este destino desde que se habilitó y ya lleva emitidas 1.000 visas Working Holiday para Nueva Zelanda. “Trabajamos también otros destinos y ahora se nos está por venir la visa Working Holiday de Australia para uruguayos, que va a ser otro éxito total”, dijo, marcando que esta misma visa ya está vigente en Argentina desde hace unos meses, y que ella ya se la ha gestionado a algunos uruguayos que también tienen ciudadanía italiana, pues en Italia el convenio ya está aprobado.
Unas 160 de las 200 personas con pasaporte uruguayo que viajaron en la última edición lo hicieron a través de su agencia, a los que se suman treinta con pasaportes de los países europeos habilitados. Para el llamado de este año, Herrera ya tiene el cupo de inscripciones completo en su agencia (Best Way) y “más de cien chicos en lista de espera”. El sistema funciona del siguiente modo: el interesado paga una seña y como la agencia no puede garantizarle que consiga el lugar -eso dependerá de Immigration NZ y otros tantos factores— en caso de no conseguirlo se devuelve el dinero. El paquete básico (pasaje, visa, seguro, reuniones de asesoramiento previo sobre los trámites necesarios al llegar para trabajar legalmente, cuatro noches de hostel, city tour y ascenso a la Sky Tower) ronda los 3000 dólares, pero adicionalmente se pueden contratar talleres agropecuarios o cursos de inglés, entre otros servicios.
Entre los trabajos más fáciles de conseguir para los que llegan a Nueva Zelanda están la cosecha y el empacado de frutas, los tambos, la construcción —sobre todo en la Christchurch, la ciudad más grande de la isla sur, que fue devastada por varios terremotos entre 2010 y 2011—, niñeras y servicios turísticos en hoteles, bares, tiendas, cafés y restaurantes.
Según la experiencia de Herrera, los uruguayos que aplican a esta visa —a diferencia de otros países— son más que nada chicos que buscan un año sabático. Son pre-universitarios, o perdieron materias de facultad y tienen un semestre libre, o se acaban de recibir y quieren tener esta experiencia. O algunos no saben qué quieren estudiar y viajan en busca de algo que les ayude a tomar esa decisión. Una vez en Nueva Zelanda, su actividad principal durante el año es el turismo, y el trabajo es algo secundario.
En la isla norte el clima y la temperatura del agua en verano es muy similar al uruguayo. En balnearios como Paihia, Mt. Maunganui y la Península de Coromandel muchos jóvenes buscan trabajo en hospitality (restaurantes, cafés y bares) para disfrutar de la playa en su tiempo libre.
Todo un viaje. Entre las personas que viajaron desde todos los puntos de Nueva Zelanda hasta Wellington para ver el partido estuvo la uruguaya Jimena Inciarte (26), acompañada por un grupo de amigos rioplatenses a los que conoció cuando llegó en abril con la visa Working Holiday. Como maestra de preescolares, Jimena llevaba siete años trabajando en el colegio preescolar Our Kids Canning cuando decidió aplicar con una amiga a este programa. Su plan original era quedarse solo hasta octubre, pero terminó corriendo el pasaje de regreso para abril del año que viene. Desde que llegó vive en Auckland, trabaja como niñera cuidando a dos niños neozelandeses, y recorre los alrededores durante los fines de semana largos. “Nunca pensé conocer a tanta gente de tantas culturas distintas, y descubrir que en el fondo están en la misma que yo”, contó a galería. Entre las cosas que tampoco se imaginó es que terminaría ennoviada con Ila, un chef indio que vive en Nueva Zelanda desde hace tres años. “Lo que tiene este viaje es que uno vive el día a día sin planificar mucho el mañana. Nunca sabés que puede pasar al día siguiente”, reflexionó.
Federico Laborde (21) es otro de los uruguayos que este año viajó con la Working Holiday. Llegó en marzo y trabajó los primeros meses en la recolección y empaque de kiwis. Después se mudó a Wellington, donde trabajó en un hostel a cambio del alojamiento para ahorrarse el gasto del alquiler. Dos días después del partido, Federico hizo otra de las cosas que la mayoría de los Working Holiday hacen durante este “año sabático”: irse a recorrer el sudeste asiático. En los trabajos en las cosechas y tambos se cobra por hora y muchas veces se trabaja más de diez por día, por lo que en dos o tres meses se puede juntar lo necesario para recorrer Asia, donde el costo de vida es más barato que en Australia y Nueva Zelanda. Aunque también hay trabajos más urbanos —básicamente, en ciudades como Auckland, Wellington, Christchurch y Queenstown, una ciudad de montaña conocida como “la Bariloche de Nueva Zelanda”— es bastante más difícil ahorrar ahí porque los alquileres y gastos diarios son más caros, y también porque ofrecen mayor oferta de espectáculos, vida nocturna y tiendas donde gastar el dinero.
![]() Queenstown, una ciudad famosa por su vida nocturna y los centros de esquí que la rodean, que muchos comparan con Bariloche.
Una semilla que germina. María Elena Duter, cónsul honoraria de Uruguay en Nueva Zelanda (isla sur), viajó por primera vez a Australia y Nueva Zelanda en 1997 cuando solo le faltaba la tesis para recibirse de ingeniera agrónoma forestal. Visitó varias universidades y se entusiasmó tanto con la de Lincoln, en Christchurch, que en 2003 consiguió una beca y estudió ahí un curso de especialización en semillas. En aquel entonces ella había instalado un laboratorio de análisis de semillas en Uruguay y simultáneamente trabajaba en el departamento de ventas de publicidad de Canal 10.
“Mi beca era solo de tres meses, así que no lo tomé como una mudanza. Luego NZ decidió extender la beca hasta finalizar el año y después me ofrecieron hacer una investigación en cereales, así que renuncié al canal y cerré el laboratorio. Hoy sigue viviendo en Christchurch con su familia: sus hijos Santino, de siete, Felipe, de cuatro, y su marido Ricardo Felitti, uruguayo, ex empleado bancario en Uruguay y ahora maestro preescolar luego de tres anos de estudio en Nueva Zelanda.
Durante las mañanas, María Elena trabaja como experta en semillas en la Universidad de Lincoln —es la coordinadora del Centro de Investigación de Semillas del instituto— y luego realiza sus tareas de cónsul, cargo que le ofrecieron en 2007 cuando estuvo en Uruguay para visitar a su familia.
Curiosamente, en la isla norte el cónsul honorario es otra persona, David Lewis. En el país no hay sede de la embajada uruguaya, pues Nueva Zelanda comparte embajador con Australia.
Según Duter, la popularidad de Nueva Zelanda como destino para uruguayos creció en los últimos años por boca a boca de los chicos que llegan al país luego de las Working Holiday. Entre los inmigrantes uruguayos, “hasta el momento la mayoría son aquellos jóvenes que vienen con este programa y se quedan porque su experiencia fue buena, tienen oportunidad de trabajo y viven en un país seguro y ordenado”. “Nueva Zelanda es un país tranquilo sin violencia y honesto. Con decirte que perdí dinero la semana pasada en la universidad y mande un mail general a la Uni y al otro día apareció el dinero en el piso. Alguien lo había encontrado y lo devolvió”, ejemplificó.
“Acá hay respeto. Los parques están limpios. Los baños públicos también. Por eso le pido a cada Uruguayo que viene por un período corto que no lo manche, que no rompa ese respeto, que si tienen multas que las paguen, que no saquen cosas si no les corresponden, que no tiren basura por las ventanillas de los autos, que si hay un limite para la velocidad que la respeten”, dijo. “El gran problema que tenemos ahora con nuestra comunidad es que han quebrado muchas reglas y no se dan cuenta de que están cerrando puertas a las generaciones que vienen”, agregó.
Ubicado entre las ciudades de montaña Wanaka y Queenstown, Cardrona Alpine Resort es uno de los centros de esquí favoritos de los kiwis.
Como anillo al dedo. Entre los que no se perdieron el partido del estadio Westpac —también conocido como tin cake porque tiene forma similar a un molde de torta— estuvo el argentino Juani Guiraldes, que vive desde hace diez años en el país y desde hace cuatro y medio trabaja como animador de personajes en Weta Digital. Esta compañía de efectos visuales y animación —fundada por Peter Jackson, Jamie Selkirk y Richard Taylor— es artífice, entre otros títulos, de la trilogía “El señor de los Anillos”, “King Kong”, “Las aventuras de Tin Tin” y “Los Vengadores”.
En Wellington, esta empresa emplea a 1.000 profesionales, y por eso la ciudad se ganó el apodo de “Wellywood”. Allí, “El señor de los anillos” es una de las atracciones principales: pululan los tours guiados por locaciones donde se filmaron partes de esta trilogía que ganó premios Oscar. Trabajar en Weta es algo así como “el sueño del pibe” para todo el que, como Guiraldes, es fanático del cine ficción.
Una década en el país le permite observar cambios en el perfil del inmigrante argentino: “Al principio, después de la crisis de 2000, los argentinos que llegaban era por la falta de trabajo allá. Hoy, a esa razón se suman otras como la buena calidad de vida que hay acá y el mayor conocimiento que tenemos ahora de este país, basado en el boca a boca de gente que lo visita. También influye lo bien que se nos trata acá en comparación con lo que puede pasar en Estados Unidos o España”, dijo. “Creo que este país se asemeja más a nosotros que EEUU, por ejemplo. Viví tres años en Canadá, y me siento más identificado acá. Además es más fácil conseguir trabajo y se lo valora más al inmigrante”.
“Pero a diferencia de esos argentinos que vinieron acá escapándose de la crisis, yo vine persiguiendo lo que hago, porque quería trabajar en la mejor compañía de animación y efectos visuales”, comentó.
Antes del partido varios argentinos pasaron por el hotel donde se hospedó la selección para alentarla.
Go, Pumas, Go. La selección argentina se hospedó en el Hotel Amora, donde los esperaron unos 200 argentinos y algunos infiltrados uruguayos. Entre ellos estaba Martin Barseghian, cordobés que dirige la agencia de viajes Midland Work and Travel y que con un amigo viajó a Australia y Nueva Zelanda para ver los partidos de la selección de su país.
El sueño argentino era lograr la revancha por aquel partido de 2011 en el Estadio Eden Park de Auckland, durante los cuartos de final del Mundial de Rugby, donde los All Blacks dejaron afuera a los Pumas por 33 a 10. Y probablemente los argentinos se ilusionaron al enterarse de que Dan Carter —algo así como el Forlán de Nueva Zelanda— estaba en el banco por una lesión en el gemelo izquierdo.
Previo al partido se escucharon los himnos de ambos países; el de Nueva Zelanda además es bilingüe, en inglés y maori, y en esta lengua el nombre del país es Aotearoa, que significa “la tierra de la larga nube blanca”.
“Los All Blacks para un neocelandés son lo máximo. Ellos muestran su patriotismo en cada partido. Aquí la gente se viste con la bandera y usan remeras que dicen All Blacks. Están orgullosos de que el rugby los ha hecho conocidos en el mundo y son los mejores, no hay dudas”, opinó Duter.
Sin embargo, aunque eran solo 10% de los asistentes, durante el partido los cantos y gritos que más se escucharon fueron de los argentinos. “Nosotros hacemos muuuuuucho ruido, ellos no. Por eso les encanta que estemos en al cancha con ellos”, opinó Guiraldes, gran entusiasta del rugby porque jugaba desde chico en su colegio.
Contentos con lo cerca que estuvieron en el tanteador durante el primer tiempo, pese a la derrota final, los argentinos salieron del estadio celebrando y cantando. Los festejos siguieron hasta casi la madrugada y por las calles principales de Wellington, ese día se habló, cantó y bailó en español.
Carina Fossati
Federico Laborde llegó en marzo con una Visa Working Holiday, trabajó en una packhouse de kiwis, vivió después en Wellington y con lo que ahorró está recorriendo ahora el Sudesde Asiático. El cineasta Juani Giraldes vive desde hace diez años en Wellington y trabaja como animador de personajes en Weta Digital, la compañía de efectos visuales y animación que hizo, entre otras cintas famosas, a "El Señor de los Anillos". Jimena Inciarte (uruguaya) y Carolina Vicente (argentina) viven en Auckland y viajaron por el fin de semana a Wellington a ver el partido. Ahí se econtraron con Martin Barseghian, cordobés que dirige la agencia de viajes Midland Work and Travel y que viajó a Australia y Nueva Zelanda con un amigo para ver los partidos de la selección de su país.
Lucía Herrera nació en Nueva Zelanda y desde hace diez años trabaja este destino como agente de viajes.
María Elena Duter, ingeniera agrónoma y cónsul honoraria de Uruguay en Nueva Zelanda,vive en Christchurch con su esposo Ricardo Felitti y sus hijos Santino y Felipe.
Hinchada argentina: Juan Pablo Lampe trabaja en Weta Digital, en Wellington, mientras que el Cesar Amaya, Adrian Melgar y Valeria Vergara se vinieron desde Auckland (680km) por el fin de semana a ver el partido.
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